16/8/10

SETENTA BALCONES....


Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor,
¿ A sus habitantes, Señor, qué les pasa?
¿ odian el perfume, odian el color?

La Piedra desnuda de tristeza agobia
¡ Dan una tristeza los negros balcones!
¿ No hay en este casa una niña novia?
¿ No hay algun poeta bobo de ilusiones?

¿ Ninguno desea ver tras los cristales,
una diminuta copa de jardín?
¿ En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?

Si no aman las plantas no amarán las aves
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá una clave
¡ Setenta balcones y ninguna flor !


ABANDONADOS....


Tocamos la noche con las manos

escurriéndonos la oscuridad entre los dedos,

sobándola como la piel de una oveja negra.


Nos hemos abandonado al desamor,

al desgano de vivir colectando horas en el vacío,

en los días que se dejan pasar y se vuelven a repetir,

intrascendentes,

sin huellas, ni sol, ni explosiones radiantes de claridad.


Nos hemos abandonado dolorosamente a la soledad,

sintiendo la necesidad del amor por debajo de las uñas,

el hueco de un sacabocados en el pecho,

el recuerdo y el ruido como dentro de un caracol

que ha vivido ya demasiado en una pecera de ciudad

y apenas si lleva el eco del mar en su laberinto de concha.


¿Cómo volver a recapturar el tiempo?

¿Interponerle el cuerpo fuerte del deseo y la angustia,

hacerlo retroceder acobardado

por nuestra inquebrantable decisión?

Pero... quién sabe si podremos recapturar el momento

que perdimos.

Nadie puede predecir el pasado

cuando ya quizás no somos los mismos,

cuando ya quizás hemos olvidado

el nombre de la calle

donde

alguna vez

pudimos

encontrarnos.


Gioconda Belli


CANCION A LA LLUVIA

Acaso está lloviendo también en tu ventana;

Acaso esté lloviendo calladamente, así.

Y mientras anochece de pronto la mañana,

yo sé que, aunque no quieras, vas a pensar en mí.


Y tendrá un sobresalto tu corazón tranquilo,

sintiendo que despierta tu ternura de ayer.

Y, si estabas cosiendo, se hará un nudo en el hilo,

y aún lloverá en tus ojos, al dejar de llover.

José Ángel Buesa

BALADA DEL AMOR LOCO...


I No, nada llega tarde, porque todas las cosas

tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas;

sólo que, a diferencia de la espiga y la flor,

cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor.


No, amor no llegas tarde. Tu corazón y el mío

saben secretamente que no hay amor tardío.

Amor, a cualquier hora, cuando toca a una puerta,

la toca desde adentro, porque ya estaba abierta.

Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde,

pero, de cualquier modo, ninguno llega tarde.

II

Amor, el niño loco de la loca sonrisa,

viene con pasos lentos igual que viene aprisa;

pero nadie está a salvo, nadie, si el niño loco

lanza al azar su flecha, por divertirse un poco.

Así ocurre que un niño travieso se divierte,

y un hombre, un hombre triste, queda herido de muerte.

Y más, cuando la flecha se le encona en la herida,

porque lleva el veneno de una ilusión prohibida.

Y el hombre arde en su llama de pasión, y arde, y arde,

y ni siquiera entonces el amor llega tarde.

III

No, yo no diré nunca qué noche de verano

me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano.

No diré que esa noche que sólo a ti te digo

se me encendió en la sangre lo que soñé contigo.

No, no diré esas cosas, y, todavía menos,

la delicia culpable de contemplar tus senos.

Y no diré tampoco lo que vi en tu mirada,

que era como la llave de una puerta cerrada.

Nada más. No era el tiempo de la espiga y la flor,

y ni siquiera entonces llegó tarde el amor.

José Ángel Buesa





ASI, VERTE DE LEJOS....

Así, verte de lejos, definitivamente.
Tú vas con otro hombre, y yo con otra mujer.
Así, como el agua que brota de una fuente,
aquellos bellos días ya no pueden volver.

Así, verte de lejos y pasar sonriente,
como quien ya no siente lo que sentía ayer,
y lograr que mi rostro se quede indiferente
y que el gesto de hastío parezca de placer.

Así, verte de lejos, y no decirte nada
ni con una sonrisa, ni con una mirada,
y que nunca sospeches cuánto te quiero así.

Porque aunque nadie sabe lo que a nadie le digo,
la noche entera es corta para soñar contigo
y todo el día es poco para pensar en ti.

José Ángel Buesa


CANCION AL OLVIDO....

Aquel amor que se nos fuera
no lo debemos recordar:
Árbol que muere en primavera
ya nunca vuelve a retoñar.

Perla que en el humo se disuelve,
peregrina de la emoción,
la ilusión que se va, no vuelve
jamás a nuestro corazón.

Vanamente, pretenderemos
dar a una rosa mustia color.
Así tampoco logramos
dar nueva vida a un muerto amor.

Aquel amor que se nos fuera
no lo debemos recordar:
Árbol que muere en primavera
ya nunca vuelve a retoñar.

Cuando el amor se siente extraño
en el pecho, ya no es amor,
y retenerlo es un engaño
que tortura al engañador...

Déjalo ir... deja vacío
ese hueco en tu corazón,
en las cenizas de tu hastío
pon la brasa de otra ilusión...

Aquel amor que se nos fuera
no lo debemos recordar:
Árbol que muere en primavera
ya nunca vuelve a retoñar...

Muerto está el amor al que envuelve
en llamas la imaginación:
La ilusión que se va, no vuelve
jamás a nuestro corazón.

Es ley amarga de la vida
de todo sueño despertar:
Sobre las huellas de una huida
es inútil querer soñar...

Así, triste, pero sumisa,
aceptando el dolor, mujer,
di adiós con tu mejor sonrisa
a lo que nunca ha de volver...

Enigma que si se resuelve
nos desencanta, es la pasión:
La ilusión que se va, no vuelve
jamás a nuestro corazón...

Juntemos, pues, las manos frías,
y digamos una oración
por las pasadas alegrías
y por la actual desilusión.

Y con humilde voz, pidamos
pronto consuelo a este dolor,
por lo mucho que nos amamos
en lo breve de nuestro amor...

Como la mar, no vuelve
al río su agua, la ilusión,
una vez que se va, no vuelve
jamás a nuestro corazón.

Aquel amor que se nos fuera
no lo debemos recordar:
Árbol que muere en primavera
ya nunca vuelve a retoñar!...

Hay que vivir, hay que olvidar...

José Angel Buesa...

VOLVERLO A VER.....



¿Y nunca, nunca más, ni en noches llenas
de temblor de astros, ni en las alboradas
vírgenes, ni en las tardes inmoladas?

¿Al margen de ningún sendero pálido,
que ciñe el campo, al margen de ninguna
fontana trémula, blanca de luna?

¿Bajo las trenzaduras de la selva,
donde llamándolo me ha anochecido,
ni en la gruta que vuelve mi alarido?

¡Oh, no! ¡Volverlo a ver, no importa dónde,
en remansos de cielo o en vórtice hervidor,
bajo unas lunas plácidas o en un cárdeno horror!

¡Y ser con él todas las primaveras
y los inviernos, en un angustiado
nudo, en torno a su cuello ensangrentado!