El viento de la noche entró en mi pecho,
así que te diré: la sed me abrasa,
la sed del mundo de la cual no hay Dios,
ni amor, ni mortandad que me liberen.
Errando voy, me fui de puerta en puerta,
de noche, al mediodía, bien vestida,
y no, que no es aquí, responde siempre
guardada por pilastras una voz.
El culto a la humedad de las iglesias
y a las barrocas formas de las fuentes
-en Ganges las hallé de mármol rojo-,
no han hecho a veces más que corromperme.
Salada, estoy volviéndome salada,
aquello que yo amé mudó de sombra;
por tanto no es extraño que sospeches
del código imperfecto de mis manos.
Yo supe del terror de algunos hombres
que dándome palmadas se alejaban.
-Extraña lengua -a veces repetían
y se perdían tras polleras frescas.
Delfina Acosta
así que te diré: la sed me abrasa,
la sed del mundo de la cual no hay Dios,
ni amor, ni mortandad que me liberen.
Errando voy, me fui de puerta en puerta,
de noche, al mediodía, bien vestida,
y no, que no es aquí, responde siempre
guardada por pilastras una voz.
El culto a la humedad de las iglesias
y a las barrocas formas de las fuentes
-en Ganges las hallé de mármol rojo-,
no han hecho a veces más que corromperme.
Salada, estoy volviéndome salada,
aquello que yo amé mudó de sombra;
por tanto no es extraño que sospeches
del código imperfecto de mis manos.
Yo supe del terror de algunos hombres
que dándome palmadas se alejaban.
-Extraña lengua -a veces repetían
y se perdían tras polleras frescas.
Delfina Acosta
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