23/10/11

ALGO SE MUERE EN MI TODOS LOS DIAS


Algo se muere en mí todos los días;

la hora que se aleja me arrebata,

del tiempo en la insonora catarata,

salud, amor, ensueños y alegrías.


Al evocar las ilusiones mías,

pienso: "¡yo, no soy yo!" ¿por qué, insensata,

la misma vida con su soplo mata

mi antiguo ser, tras lentas agonías?


Soy un extraño ante mis propios ojos,

un nuevo soñador, un peregrino

que ayer pisaba flores y hoy... abrojos.


Y en todo instante, es tal mi desconcierto,

que, ante mi muerte próxima, imagino

que muchas veces en la vida...he muerto.

FLORES NEGRAS


Oye: bajo las ruinas de mis pasiones,

y en el fondo de esta alma que ya no alegras,

entre polvos de ensueños y de ilusiones

yacen entumecidas mis flores negras.


Ellas son el recuerdo de aquellas horas

en que presa en mis brazos te adormecías,

mientras yo suspiraba por las auroras

de tus ojos, auroras que no eran mías.


Ellas son mis dolores, capullos hechos;

los intensos dolores que en mis entrañas

sepultan sus raíces, cual los helechos

en las húmedas grietas de las montañas.


Ellas son tus desdenes y tus reproches

ocultos en esta alma que ya no alegras;

son, por eso, tan negras como las noches

de los gélidos polos, mis flores negras.


Guarda, pues, este triste, débil manojo,

que te ofrezco de aquellas flores sombrías;

guárdalo, nada temas, es un despojo

del jardín de mis hondas melancolías.

Julio Flores



TU NO SABES AMAR


Tú no sabes amar; ¿acaso intentas

darme calor con tu mirada triste?

El amor nada vale sin tormentas,

¡sin tempestades... el amor no existe!

Y sin embargo, ¿dices que me amas?

No, no es el amor lo que hacia mí te mueve:

el Amor es un sol hecho de llamas,

y en los soles jamás cuaja la nieve.

¡El amor es volcán, es rayo, es lumbre,

y debe ser devorador, intenso,

debe ser huracán, debe ser cumbre...

debe alzarse hasta Dios como el incienso!

¿Pero tú piensas que el amor es frío?

¿Que ha de asomar en ojos siempre yertos?

¡Con tu anémico amor... anda, bien mío,

anda al osario a enamorar los muertos!


Julio Flores

TUS LABIOS

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Yo no sé lo que siento, que al mirarte

tiemblo y dudo pensando que te quiero,

pues no sé si es que vivo para amarte,

o si es por adorarte que me muero.

Tu boca es una flor y es una herida,

y no sé si en tus labios de escarlata

bebo una esencia que me da la vida,

o un pérfido veneno que me mata...

Tus labios pecadores y benditos

me sugieren ternuras y delitos,

y mientras te acaricio se me antoja

que son tus labios suaves y crueles,

porque tienes la boca dulce y roja,

así como las sangres y las mieles...



LA PREFERIDA


Las sombras agrupadas cubrían la ribera

crepuscular. Inmóvil, en su bruñido escudo,

la fúnebre laguna. El cielo opaco y mudo.

y el pavoroso y largo silencio de la espera.

Sin erizar las aguas, con espumosos flecos,

Sin violentar el aire, sin despertar los ecos

en su batel mortuorio llegó Caronte. –“¡Arriba!

estremeció su grito glacial toda la riba.

Las sombras asaltaron la embarcación. Llenóla

como se colma un vaso pequeño el primer grupo.

del numeroso grupo de almas que no cupo

quedaba en ella sitio, no más, para una sola.

Caronte, con un remo regulador en alto,

Detuvo amenazante y enérgico el asalto.

-“Decid –habló el barquero postrer- decid los méritos

que en este trance os puedan lograr mi preferencia.”

Las sombras disputaban su póstuma excelencia

enumerando a coro sus títulos pretéritos.

Como el rumor confuso llenaba la laguna

les ordenó que hablaran, Caronte, una por una.

Adelantóse y dijo la primera: “Señor:

merece el epitafio de Eskilo mi valor,

soldado fui. Los hombres temieron mi bravura,

impenetrable y noble metal de mi armadura.”

Dijo otra sombra: “He sido para los campos yermos

simiente bendecida de rosas y azucenas.

Yo repartí mi vida, Señor, a manos llenas.

Me sorprendió la muerte cuidando a los enfermos.

Y una tercera sombra exclamó: “Yo fui monarca...”

y otra: “De mis cinceles perdurará el milagro...”

y otra más: “Fui poeta genial, ignoto y magro...”

Caronte, ya impaciente, movíase en la barca.


Y entonces una sombra más leve que las huellas

de un sueño, una liviana, trémula sombra de ave,

tan incorpórea y diáfana, tan irreal y suave,

que entre las sombras era como la sombra de ellas,

se dirigió al barquero tímidamente. “¡Habla”

gritó Caronte haciendo temblar su vieja tabla.


Cual si la sombra fuera a disolverse en llanto,

igual que una inefable, pequeña, frágil nube,

dijo con voz humilde:”Señor ¡he amado tanto!”

y decidió Caronte sencillamente: “¡Sube!”


Rafael Alberto Arrieta - Las noches de oro (1917)

21/10/11

ALMA DESNUDA.....


Soy un alma desnuda en estos versos,

alma desnuda que angustiada y sola

va dejando sus pétalos dispersos.


Alma que puede ser una amapola,

que puede ser un lirio, una violeta,

un peñasco, una selva y una ola.


Alma que como el viento vaga inquieta

y ruge cuando está sobre los mares

y duerme dulcemente en una grieta.


Alma que adora sobre sus altares

dioses que no se bajan a cegarla;

alma que no conoce valladares.


Alma que fuera fácil dominarla

con sólo un corazón que se partiera

para en su sangre cálida regarla.


Alma que cuando está en la primavera

dice al invierno que demora: vuelve,

caiga tu nieve sobre la pradera.


Alma que cuando nieva se disuelve

en tristezas, clamando por las rosas

con que la primavera nos envuelve.


Alma que a ratos suelta mariposas

a campo abierto, sin fijar distancia,

y les dice: libad sobre las cosas.


Alma que ha de morir de una fragancia,

de un suspiro, de un verso en que se ruega,

sin perder, a poderlo, su elegancia.


Alma que nada sabe y todo niega

y negando lo bueno el bien propicia

porque es negando como más se entrega.


Alma que suele haber como delicia

palpar las almas, despreciar la huella,

y sentir en la mano una caricia.


Alma que siempre disconforme de ella,

como los vientos vaga, corre y gira;

alma que sangra y sin cesar delira

por ser el buque en marcha de la estrella.

EL CLAMOR.....



Alguna vez, andando por la vida,

por piedad, por amor,

como se da una fuente, sin reservas,

yo di mi corazón.

Y dije al que pasaba, sin malicia,

y quizá con fervor:

-Obedezco a la ley que nos gobierna:

He dado el corazón.

Y tan pronto lo dije, como un eco

ya se corrió la voz:

-Ved la mala mujer esa que pasa:

Ha dado el corazón.

De boca en boca, sobre los tejados,

rodaba este clamor:

-¡Echadle piedras, eh, sobre la cara;

ha dado el corazón!

Ya está sangrando, sí, la cara mía,

pero no de rubor,

que me vuelvo a los hombres y repito:

¡He dado el corazón!


ALFORSINA STORNI


1/10/11

FLIRT......



Es absurdo, señora, que os enojeis por eso;
yo os juro que no tiene tanta importancia un beso

para que perpetuéis esa ojera afligida

y creáis deshojada de pudor vuestra vida.

No exige el accidente replesalias ni agravios.

Un beso es una rosa que se exprime en los labios,

es como una palabra más breve y expresiva

es como una mirada más intensa y más viva;

pero que, en el armónico mecanismo social,

sólo tiene un efímero valor sentimental,

y al cabo de una charla distinguida y galante,

puede perderse un beso como se pierde un guante.

Es absurdo, señora, que os enojéis por eso.

No es grave la inquietante mordedura de un beso

y aunque inflame los labios (y el alma) su escozor,

ni se muere de pena ni aun se enferma de amor.

Pero si fue el ultraje tan ruín y tan villano

y tan grande la herida de aquel beso tan chico,

¿por qué dejasteis presa vuestra mano en mi mano

y sonreís ahora detrás del abanico?

El poema se llama Flirt y es de José Martínez Jerez

VOLVERAN LAS OSCURAS GOLONDRINAS....


LIII


Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala a sus cristales

jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha a contemplar,

aquellas que aprendieron nuestros nombres...

ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas

de tu jardín las tapias a escalar,

y otra vez a la tarde aún más hermosas

sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío

cuyas gotas mirábamos temblar

y caer como lágrimas del día...

ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar;

tu corazón de su profundo sueño

tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas,

como se adora a Dios ante su altar,

como yo te he querido..., desengáñate,

nadie así te amará.

GUSTAVO ADOLFO BECQUER