9/9/12

LA ADIVINADA

 
 
En dónde está, Señor, que no la encuentro?
Por qué sendero cruzará ignorada?
En esta de la vida, selva adentro,
Donde estará, Señor, la Adivinada?
 
Dime el templo de amor en donde reza;
Cuál es el sol que sus mejillas dora,
O en qué oasis alumbran su tristeza
Las acuarelas de la eterna Aurora.
 
Dime, Señor, si dentro de ella misma
Algo hay de mi opaca desventura;
Si me evoca también o si se abisma
Como el viador entre su noche oscura.
 
Si tiene, como yo, listos los remos
Para cruzar los mares de la vida,
Y si luego cansados volveremos
Cada cual a su punto de partida.
 
Si se unirán al fin nuestras querellas,
Si uno mismo será nuestro calvario
O rotaremos como dos estrellas
De un remoto sistema planetario.
 
Si la incógnita luz de su pupila,
En busca del ensueño y la fortuna.
Como la araña de mi verso hila
Su telar en un rayo de la luna.
 
Qué sol habrá que su virtud alumbre,
En qué oculto recodo nos veremos
O en la testa nevada de qué cumbre
cansados de volar nos posaremos.
 
Porqe ella debe distender el vuelo:
Es propio del dolor que diviniza,
Desde la tierra conquistar el cielo
Por la escala inconsútil de la brisa.
 
Y prisa de su bárbaro destino
Verá caer de la altitul remota,
Un crepúsculo lila en su camino
Y en el mismo camino un ala rota.
 
Por esta solead de mi agonía
-Bajo la inútil e incensante brega-
Pasan mis esperanzas, noche y día
Pero la Adivinada nunca llega.
 
En dónde está, Señor, que no la encuentro?
Por qué sendero cruzará ignorada?
En esta de la vida selva adentro,
Dónde estará, Señor, la Adivinada?
 
Enrique Aguiar.

 
 
 


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